Transferencia temporal Capitulo 2

Transferencia Temporal

CAPÍTULO 2 EL REGRESO A CASA

Por extraño que parezca para Laura y Alfonso habían pasado dos días y para el profesor, más de treinta años. Cómo, cuándo y porqué, en ese momento no importaba: ahí estaban reunidos nuevamente y sin más, la tristeza dio paso a la alegría difícilmente contenida por las circunstancias: después de todo estaban en un funeral. Además, la llovizna se convirtió en aguacero y los trabajadores del panteón se apresuraron a completar su tarea.

A Doña Esther, quien junto con su esposo observaban desde su auto, debió parecerles extraño el hecho de que estuvieran conversando y sonriendo ¿Quién era aquel hombre, y qué tanto le preguntaban? Se estaban mojando, y solamente un relámpago y un estruendo de la tormenta los hizo reaccionar y correr hacia el auto de Laurita.

-¡Mami!..Llevaremos al profesor…digo, a su tío al Hollyday Inn por sus cosas, al rato regresamos-

-Tengan cuidado, y no se tarden que los esperamos para cenar-

La mujer que acompañaba al profesor era Conchita, de un poblado de Guatemala, donde residía. Le acompañaba en calidad de enfermera debido a que su salud no era muy buena. Pero el reencuentro era más que tonificante, había tanto que platicar: la mitad de su vida...la otra mitad.


-Déjenme presentarles a Conchita, es enfermera y viaja conmigo para…-

-Hola Poncho y Laurita, mi padrino me ha hablado mucho de ustedes-

-Un gusto Conchita –Dijo Laurita- Soy doctora, yo atendí al profesor la última vez que...-

-Ya hablaremos de eso –Dijo el profesor- y de muchas cosas, por ahora... me arrasa la emoción. Además nos esperan para cenar, ¿Debo vestir de negro?-

No es mandatorio -Dijo Poncho-.... Así que, ¿El tío Francisco, eh?... muy conveniente-

-Pequeños arreglos anticipados-

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En la mesa, los anfitriones e invitados permanecían reunidos en silencio, hasta que Doña Esther tomó la palabra:

-Sirva esta reunión para expresar el duelo por la muerte del profesor Eliud. Su tío aquí presente ha de saber la alta estima que le profesamos y la tristeza que sentimos, sobre todo Alfonso, su colega y amigo. Por nuestra parte, nos queda el recuerdo de una persona de nobles virtudes y encanto personal.-

- ¿Quieres agregar algo? –Dirigiéndose a Don Ernesto, su esposo-

-Sí desde luego, de hecho un par de cosas, pero primero dejemos que hable Don Francisco-

-Pues, lo que quisiera expresar es una profunda gratitud que no alcanzo a cubrir con palabras. Gracias Doña Esther, Don Ernesto por el comedimiento gentil y cabal para un funeral digno... y hermoso, si se me permite la expresión-

-Nada, prácticamente era parte de nuestra familia, es decir, la persona más allegada a Alfonso, quien pronto será nuestro yerno...pero no es apropiado hablar de eso en estos momentos-

-Bueno, –Dijo Don Ernesto- precisamente es algo de lo que quiero hablar, algo para celebrar... Pero “La mesa tenemos puesta; lo que se ha de cenar, junto; las tazas y el vino, a punto; falta comenzar la fiesta”...”-

-Pero...no estamos de fiesta-

-Lo sé querida, solamente recordaba algunos versos que me enseño Eliud. Sé y respeto los sentimientos que su muerte ocasiona a todos...por mi parte, a mi más bien... ¿Cómo explicarlo?... me subleva...Sí, me subleva su muerte prematura. Algunas veces conversamos, nos tomamos algunos tragos y les digo: me queda un recuerdo alegre de su persona... aunque no le pude sacar mucho acerca de los proyectos científicos en los que estaba trabajando. Con todo, propongo que en lugar de lloriquear... perdón, en lugar de lamentar su muerte, mejor celebremos su vida, su persona. Además, estaba muy entusiasmado con la boda de los muchachos. Y para terminar propongo un brindis: Por el profesor y por la boda de Laurita y Alfonso-

-Me parece una idea magnífica -Dijo don Francisco-

Todos asintieron.

-“Gloria in Excelsis”-Dijo el anfitrión-...Vivaldi, pondré un poco de música si les parece bien. No es una selección especial ni mucho menos, simplemente algunas piezas que me pasó Eliud, era un conocedor, y bueno, a mí me gusta escucharlas-

Excelsis, Preludio de Bach, sinfonía de Gorecky. La cena transcurrió pausadamente con plática ligera, más bien introductoria y dispersa dado que disfrutar una cena y escuchar música, aunque deseable, no deja lugar para una conversación realmente substancial.

Un cirujano o un chef pueden estar en lo suyo con suficiente concentración y al mismo tiempo escuchar en su ipod a Bob Dylan, María Callas o Amy Winehouse, si es el caso. Uno y otro trabajan pero no conversan, sólo hablan para dar órdenes o pedir información.

Por otro lado, Laura y Alfonso cuidaban que la charla de los anfitriones no fuera demasiado inquisitiva, porque no estaban al tanto que, como se ha dicho, Don Francisco era el mismo “difunto” Profesor Eliud, quien había sido transferido en el tiempo y regresado 32 años después.

Una vez terminada la cena y la música, la charla continúa:

-Este es un día de emociones muy variadas, –Dijo Doña Esther- El funeral de Eliud, la llegada de Don Francisco, y lo que pasó por la mañana... ¡Vaya susto! Ponchito, ¿nos quieres platicar?-

-Pues...lo que pasó fue una torpeza mía: iba caminando muy distraído, tanto así que al cruzar las vías del ferrocarril no me di cuenta que el tren venía a unos cuantos metros; escuché los gritos de una señora que me llamaba: ¡señor, señor! La verdad es que oía su voz muy lejana. Mi reacción fue inconsciente, simplemente me replegué hacia la valla y entonces fue que volteé y me di cuenta del peligro. Claro que la maquina venía a muy baja velocidad y me dio tiempo para caminar unos pasos hacia la persona que me gritaba.

-Iba muy concentrado en sus pensamientos –Me dijo-. Le di las gracias lo mejor que pude y, aliviado seguí mi camino; llegué aquí resuelto a no contar nada para no preocupar a Teté y a mi novia, pero cuando me vio...

-Grité... –Continuó Laurita- grité aliviada, estaba muy angustiada. Había escuchado la voz de Alfonso que me llamaba, yo contesté pero no vi a nadie. Cuando él me platicó lo que le pasó...yo...-

Su voz se entrecortó, cerró sus ojos humedecidos, tomó el brazo de su novio y recargó la cabeza en su hombro.

-Yo escuché la voz de mi hija, -Intervino doña Esther- y me pareció extraño que hasta nuestros perros ladraron. Cuando llegó Poncho, di gracias a Dios... Don Francisco: ¿Cree que exista alguna explicación científica?-

-Supongo que habrá alguna, y si no, nos la inventamos. Pero para mí, la explicación más sencilla es que Dios existe y de alguna manera nos protege. No me gusta hablar de premoniciones de muerte, sino de fuerza vital. Una conexión con aquellos a quienes amamos-

-Exactamente es lo que yo pienso. Tenía la idea que siendo usted científico, pues... bueno, yo soy muy religiosa pero comprendo que es un asunto de fe –

-Estimada señora, se sorprendería saber que muchos de mis colegas científicos también comparten esa fe-

-Por cierto, - Preguntó Don Ernesto- ¿a qué disciplina científica le ha dedicado más tiempo?-

-A sobrevivir amigo mío... a sobrevivir -Contestó pensativo-

Pausa prolongada. Afluyen emociones y recuerdos de los circunstantes; Laurita y Alfonso asintiendo con la mirada, Conchita con cierta tristeza y un sentimiento profundo de gratitud y cariño para su padrino.

Doña Esther tomó la mano de su esposo, quien con discreción y tacto comentó:

-Ajá...sobrevivir. Eso me sugiere remembranzas, historias que todos tenemos. Por favor, siéntase en familia; ya escucharemos algunos relatos sin duda emocionantes que tenga a bien compartir con nosotros... pero primero el postre, les presumo las virtuosas manos que lo cocinaron: mi querida Teté-

Ruborizada, contestó son modestia:

-No es una maravilla, espero que les guste-

-Lo que hemos degustado –Dijo el invitado- lo garantiza. Y no sólo me refiero a la cena, sino también a su compañía y hospitalidad, gracias y les tomo la palabra de sentirme en familia, ya les contaré algunas historias, quizás no tan emocionantes. Pero a tono con los versos que citó Ernesto, quédese para después del postre, el cual merecerá toda nuestra atención-

-Eso es todo Francisco, y veo que reconociste los versos de “Una cena” de Baltasar del Alcázar, estupendo-

Mientras tanto, Conchita y los otros dos cuchicheaban y sonreían entre sí.

-No estamos de acuerdo-Dijo Laurita-

-¿Cómo?-Preguntó sorprendida Doña Esther-

-Pues, lo que nos ha de relatar el profesor tiene que ser emocionante, con puntos y comas así le lleve un mes contarnos. Además, tenerlo aquí es como estar viendo a nuestro querido Eliud -Haciéndole a éste un guiño- y qué mejor manera celebrarlo, como dijo papá-

-Niña, ¿Te parece educado comprometer así a nuestro invitado?...Don Francisco tendrá sus ocupaciones, no sé...en fin, le pido una disculpa –Dirigiéndose a él- pero...si su tiempo se lo permite, con gusto le ofrecemos a usted y a Conchita nuestra casa-

-Bien dicho, querida...-¿Qué dices Francisco?-

-Es un honor… a decir verdad pensaba quedarme unos días en el pueblo, aunque no quisiera importunarlos-

-Nada de eso, la casa es grande. Y por lo que veo, tu presencia ha cambiado el semblante de Alfonso y el de mi hija, y eso me pone contento, así que será un gusto que sean nuestros huéspedes-

-Estupendo -Dijo Alfonso- Teté, no te levantes, Laurita y yo iremos por el postre y el café-

-Yo les ayudo- Dijo Conchita-


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-Pues. “...parece que será justo volver al cuento pasado.” –Dijo el profesor, una vez que el grupo se hubo instalado en la sala-

-Gran parte de mi trabajo ha sido en el campo de la física. Trabajé algunos años para el gobierno de los Estados Unidos, en lo que entonces era la recién creada agencia espacial NASA, y también en algunas asignaciones en Los Álamos. Pero como les he mencionado, la mayor parte de los últimos años han sido una lucha por sobrevivir, sorteando peligros, persecuciones y algunas veces aislados en campamentos a la intemperie con hambre y enfermedades. Esto que les cuento ha sido en parte en Guatemala, donde resido actualmente con mi gente – volteando a ver a Conchita- Pero gracias a Dios eso ha quedado en el pasado y ahora vivimos en un pequeño poblado en relativa paz y comodidad. Sin embargo, fui y sigo siendo un prófugo... Sí, un prófugo de la injusticia.-

-Entonces, -Dijo Doña Esther- debemos entender que ha sufrido usted persecución política-

-Supongo que se le puede llamar así, aunque nunca he pertenecido a ningún partido político, ni he tenido algún mérito especial que haya llamado la atención pública. Simplemente me tocó estar en medio de la represión militar de la dictadura de aquella época. Aldeas enteras eran masacradas, algunas personas de las comunidades humanitarias internacionales fueron asesinadas, me refiero a médicos, enfermeras, monjas y curas.-
-Yo mismo estuve en peligro, dado que vivía en una zona rural y pude presenciar muchas de las atrocidades que se cometían contra la población civil, y déjenme decirles que el termino atrocidad describe todo lo que puedan imaginar y hasta lo inimaginable. Resulta muy traumático recordar aquellos acontecimientos… no entraré en detalles, solamente les diré que tuve la oportunidad de salvar a algunas personas… una familia o lo que quedaba de ella, había niños, mujeres, algunos jóvenes y ancianos.
La mayoría de los hombres habían muerto en un intento desesperado por defender sus casas, provistos de palos, machetes y alguna que otra arma de fuego, pero poco podían contra un comando armado. Pero en la refriega unos pocos militares, entre ellos un capitán…un hombre brutal y sádico, murieron. Los demás habían partido horas antes dando por terminada su misión de destrucción. De modo que para los sobrevivientes, yo entre ellos, no quedó más alternativa que huir y escondernos en la selva. Los primeros días fueron muy difíciles, pero después nos fuimos adaptando a vivir en un pequeño campamento aislado, cuidando que no pudieran rastrearnos.
Debo decir que muchas cosas se nos facilitaron por la ayuda de algunas personas de las aldeas cercanas, su ingenio natural y conocimiento del terreno, su sabiduría de la naturaleza y por último mis conocimientos científicos llevados a la práctica para la fabricación de algunos aparatos y maquinas. En realidad, llevaba tiempo diseñando algunas cosas que me ayudarían a vivir como ermitaño, pero ese es otro relato que tiene que ver con mi decisión de abandonar mi trabajo como científico en los Estados Unidos.-

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Hizo una pausa para diálogo con los oyentes, quienes estaban muy en suspenso con el relato. Tenían muchas preguntas, pero los más jóvenes permanecían en silencio esperando los comentarios de los anfitriones. Doña Esther tomó la palabra:

-Pues bien acertada estuvo Laurita, es una historia extraordinaria, claro que cada detalle será todo un relato. Y antes de que los demás pregunten, déjeme comentarle que conozco la historia de las dictaduras en Centroamérica, y cualesquiera que hayan sido sus circunstancias, lo más valioso es que haya arriesgado su vida por otras personas. Entiendo que para Conchita serán recuerdos muy tristes, porque me imagino que también vivió algunas adversidades-

-Sí, cuéntanos –Dijo Laurita-

-¡Que nadie se mueva ni diga nada!- Exclamó Don Ernesto- no me quiero perder ni un punto de la historia, pero creo que no nos caerá mal una copita de licor, no me tardo-

Regresó con una mesita de servicio con diversas bebidas, sirvió a cada uno según su preferencia.
-Empiezo a comprender lo que realmente significa sobrevivir, pero apenas puedo imaginar las penurias que habrán pasado, cuéntanos Conchita, platícanos de tu padrino…de tu familia. Entendemos que algunas cosas serán terribles, no tienes que mencionarlas, tampoco se trata de traer recuerdos que les causen aflicción y que al fin y al cabo pertenecen al pasado -

-Ay Don Ernesto, no es tanto que algunas veces hayamos pasado hambres o frío, eso no nos mata. Yo creo que hemos sobrevivido a los recuerdos, precisamente a la crueldad que vivimos en carne propia. Esas cosas no se olvidan… no deberían olvidarse jamás, pero bien dice usted son cosas del pasado, y también tenemos buenos recuerdos.
Mi esposo y yo somos huérfanos, sin más familia que mi padrino, quien nos salvó y cuidó-

-No me des tanto crédito –Dijo el aludido-. Eras una niña muy latosa y manipuladora, y por eso ahora me dedico a mal aconsejar a tus hijos-

-No es cierto… bueno, lo de latosa…-

-¿Y cuántos niños tienes? –Preguntó Laurita-

-Mi niño y mi pequeña- Sacando de su bolso una foto familiar-

Laurita y su madre la veían entusiasmadas, los demás sonrientes.

-¡Pero qué lindos son! Oye, el papá también es guapo-

-Auténtica raza maya –dijo el profesor- y con linaje…creo-

-¿De veras?, ¡Qué maravilla! Una cultura con un esplendor que…pero creo que nos desviamos, perdón por interrumpir, continúa por favor Conchita-

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El relato de sus recuerdos es la experiencia trágica de su aldea, de los cientos de aldeas desaparecidas mediante el exterminio brutal, el genocidio ocurrido en sucesivas dictaduras militares en un juego de poder de las potencias que cobró más de doscientas mil víctimas solamente en Guatemala. Son hechos históricos que están documentados.
Para un viajero en el tiempo, conocer la Historia por anticipado plantea la siguiente disyuntiva: Actuar o solamente observar impasible los acontecimientos por terribles que fueran.

¿Avisarle al padre John Metcalf que su parroquia en Nicaragua iba a ser masacrada por la Contra?
¿Decirle a Robert Kennedy o al Dr. King que serían asesinados?

¿Serviría de algo? Quizás esos acontecimientos de una u otra manera iban a ocurrir inexorablemente. Por otro lado, –Se dice- el modificar algún hecho pasado por mínimo que fuera, traería consecuencias incalculables en el futuro. Las variantes son infinitas. Pero en este caso, para el profesor (y para cualquier persona en buena consciencia y sangre en las venas), no había tiempo para tales consideraciones filosóficas, válidas o no. La realidad era inmediata y no iba a quedarse con los brazos cruzados.

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