Idilio

Fue un momento sublime...encontrarla de nuevo, tan nítida, tan hermosa.
No sé como llegué a aquel lugar que no conocía. A esa hora de la tarde en que la gente camina apresurada por las calles y las luces de los cafés comienzan a resplandecer a través de los cristales.
No era un encuentro casual, allí estaba esperándome; bajo el toldo de una tienda. Me acerqué entre la gente y me paré frente a ella. Su rostro apenas iluminado por la tenue luz de la tarde gris, me miró con tristeza y ansiedad, casi con enojo; conteniendo las palabras. No me perturbé porque la conocía muy bien y sabía perfectamente lo que estaba sucediendo.
Tomé su mano, y al sentirla fría me di cuenta que caía una llovizna intermitente y una suave brisa humedecían su pelo y su cara.

Amor mío… -Dije- he vuelto.

-Nunca debiste dejarme-respondió-

Permanecí en silencio, para dejar que se desahogara. Por momentos levantaba la voz, reconviniéndome.

Llevaba puesto un suéter negro con vivos rojos y un pantalón color violeta de vestir y el pelo recogido. Su imagen era la que yo había conocido: apenas una chiquilla queriendo aparentar más edad.

-Todo fue un error…no debiste dejar que me casara con aquel hombre, sabías muy bien que te quería a ti y te estuve esperando-Las lágrimas asomaban en sus ojos-.

Me invadió una inmensa nostalgia.
Las cosas no eran exactamente como lo planteaba. Pero nunca discutía con ella cuando me reñía. Yo siempre volvía a su lado, ella tomaba mi brazo y fingía que no había sucedido nada.

¿Cómo explicarle que todo había sucedido hacía muchos años? Que éramos muy jóvenes. Que sus hijos y mis hijos habían crecido. Que “aquel hombre” con quien se casó, había sido un buen hombre y había muerto prematuramente. Que mi vida había transcurrido y por momentos había sido feliz... y que nunca la olvidé.
Y que este encuentro era una maravillosa regresión del tiempo: otra vez éramos jóvenes... adolescentes.

Caminó hacia la orilla de la banqueta y se detuvo dudando para cruzar la calle. Algo extraño había dejado la lluvia: una delgada capa de fango y charcos de agua negra, sucia.
La detuve suavemente, y le dije al oído:
-Escúchame: te contaré todo, me basta solo un instante.
La levanté entre mis brazos y sus brazos rodearon mi cuello.
Podía sentir el calor de su cuerpo mientras cruzaba la calle. Y por un momento pasó por mi mente la idea de quedarme. Creo que podría dedicarle una vida completa, pero las cosas no eran tan sencillas.
Entramos a un edificio antiguo, una mansión enorme que parecía un palacio. Ahora me queda claro que era solo el lugar de mis recuerdos, de gentiles fantasmas.

–Has vuelto…-Murmuraban sonriendo-.

Trataba de ignorarlos para estar a solas con mi amada: en estos casos el tiempo es solo un suspiro. Ella me tomó del brazo y cruzamos un salón.
-Lo mejor es ir a pasear- dijo tranquilizándome- iremos al arco de la calle arbolada, me platicarás todo-...Y entonces me sonrío.

Todo había valido la pena: volver a ver la sonrisa de la chica mas linda, a quien yo había amado tanto... como solo una vez en la vida.

Desperté de mi sueño con una dulce sensación. Supongo que algo muy parecido a ser feliz. En todo caso, últimamente no dejan de repiquetear en mi mente algunas canciones muy antiguas que casi había olvidado: Vieja música que acuna bellas palabras de amor.



checov

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