Carta Del bachiller Sansón Carrasco a Doña Ana Quijano


Un lugar de La Mancha, Agosto de 1542

Querida señora:

Hubiera querido anunciaros el término venturoso desta empresa en la que con buen ánimo y noble causa, he venido a estos desiertos parajes que han sido testigos de la estrepitosa caída de este vuestro rendido amante, el Gallardo de los Espejos, cuya arrogancia fue reducida en singular lid, por fuerza y destreza del de La Triste Figura vuestro tío, a quien os había prometido traer de vuelta a casa.
He fracasado rotundamente en este primer intento.
En mala hora el pérfido corcel, indolente quedó inmóvil al no poder aguijarle. La pesada y estrafalaria vestimenta quedó trabada en las articulaciones inferiores y con espanto vi cómo mi adversario avanzaba ligero acortando el palmo de terreno que mediaba entre los dos, mientras erguía la larga vara de fresno, que vino a dar de lleno en mi escudo y luego en el pecho. Por un momento me vi volando por los aires sin recordar nada más, ya que negras tinieblas nublaron mis ojos. 
Quiero decir que caí inconsciente, y muerto fuera de no ser por la misericordia de Dios y los buenos comedimientos de Sancho nuestro vecino, quien intercedió a mi favor.

No bien hube despertado de aquel trance, cuando vi la espada del hidalgo blandiéndola cerca de mi rostro. Y entre gritos y juramentos me emplazaba a declarar a todo el mundo su victoria y la inconmensurable belleza de una tal Tobosa la Dulce, que aturdido como estaba no alcanzaba a entenderle cabalmente.

Los términos del duelo señalaban que el vencido acataría la voluntad del vencedor cualquiera que esta fuera, siempre que no excediera los usos de la andante caballería, por cuya afición y delirio se le secaron los sesos al pobre hidalgo. Por lo menos eso es lo que afirma el socarrón de mi tío Hamete, quien ha tomado a su cargo las crónicas de estas andanzas.

Para mí tengo que la razón de su locura, no es otra que el amor…el amor hacia Aldosa Lorenzo, la pastora. Y la tristeza y despecho de haberla perdido al casarse con otro.
¿Pero quién soy yo para declarar loco a un hombre?... ¿Es necedad amar?

Mostrad estas líneas al cura y al barbero, que con eso ha de bastar para que toda España y el mundo sepan de la victoria del bravo manchego, y de la belleza de su señora, quien con solo la mitad de la vuestra sería digna de todas las alabanzas.

Con esto doy cumplimiento a mi palabra, empeñada no por juramento a leyes de caballería, sino por mi fe cristiana que me obliga a ser veraz.

Lo que sigue es para vuestros ojos solamente:

Que no estoy hecho de bronce ni de mármol, sino que de hombre estoy hecho, da positiva evidencia este molimiento de huesos que por el momento me tiene postrado en ésta venta de puerto al cuidado de un diestro cirujano.

Pero esto me ha servido para templar mi espíritu. Vuestro recuerdo es para mí el más dulce aliciente. Y aunque al principio os había importunado con frívolos requiebros, ahora estoy convencido de la pureza de mis sentimientos hacia vos.

No os sintáis obligada a corresponderme solo por la promesa de devolveros a vuestro tío. Yo sabré ganarme vuestro cariño.

Y no he de cejar en mi empresa, que si antes fui parte para animar al pobre hidalgo en sus locuras, ahora lo soy para poner fin a los peligros de sus andanzas y traerlo de regreso. Va mi vida por precio.
A Dios me encomiendo para dar feliz fin a éste asunto y volver a ver vuestra sonrisa y hermosos ojos, que para mí son el conjuro de mis tristezas y el gozo de mi alma.

Parto en dos días hacia Barcelona, desde donde escribiré nuevamente para poneros al tanto de lo que suceda.

Siempre vuestro,
Con todo mi amor.

Sansón Carrasco

...desde un lugar de La Mancha

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